Decir Fernando Cavenaghi es referirse a River, Indudablemente. No sólo porque nació en el club y tuvo tres etapas, una de ellas la más dificil, sino porque cada vez que estuvo, el Millonario festejó: Clausuras 2002, 2003 y 2004 antes de irse, y Torneo Final, Superfinal, Sudamericana en 2014 y Recopa y Libertadores en 2015 antes de su ida definitiva.

El Torito, máximo artillero del campeonato ganado con Ramón Díaz, tuvo que someterse a una operación por bursitis y volvió a las canchas a fin de año, cuando Marcelo Gallardo ya tenía a Rodrigo Mora y Teo Gutiérrez como dúo de ataque, por lo que el oriundo de O´Brien debió remarla desde los relevos.

Tuvo continuidad en el campeonato, donde marcó 11 goles y terminó como el máximo goleador del equipo: Sarmiento, Unión, Gimnasia LP, Argentinos Juniors, Banfield (2), Atlético Rafaela (4) y Colón sus víctimas en el certamen.

En la Copa Libertadores, tuvo pequeños ratos en al primera ronda y sólo jugó un aprtido de titular, pero fue nada menos que en la finalísima ante Tigres, sustituyendo a Mora. Fue goleada 3-0 al equipo mexicano y la consagración que tanto se le postergó a los de Núñez. Ése fue su último partido, una decisión tomada. De hecho, no quiso viajar a Japón a jugar la Suruga Bank ni quedarse para disputar el Mundial de Clubes.

El delantero fue por la puerta grande, como ídolo, a APOEL de Chipre, donde es el crack indiscutido (lleva 14 goles en 10 partidos) y sigue vinculado a la gente riverplatense, por medio de redes sociales. 

Con su partida, no sólo se fue un goleador, sino un referente y el alma del vestuario, que actualmente tiene a Marcelo Barovero, Jonatan Maidana y Leonardo Ponzio como los exponentes, peor inguno con el carisma y sentido de pertenencia como Cave, que hizo gritar 112 goles a los hinchas, ganó ocho títulos y dejó un vacío difícil de llenar.