Para ser ídolo de algunos equipos, sólo basta con jugar bien de vez en cuando, "meter huevo", jugar para el equipo y decir lo que la gente quiere escuchar, cuando lo quiere escuchar. Sin embargo, Leandro Romagnoli se ganó a la gente de su San Lorenzo (y también a adeptos de otros clubes) con otras armas.

El Pipi es un 10 de los que ya no quedan. De la escuela de Ricardo Bochini o Juan Román Riquelme, es uno de los pocos que aún mantienen las características del puesto y, en San Lorenzo, hizo lo que nadie: participó en absolutamente todos los títulos internacionales que el club posee.

62 goles y cinco títulos en 565 partidos. Entre ese quinteto de campeonatos, hay que resaltar un dato no menor: tres son internacionales. Ellos son la Copa Mercosur en el 2001, la Sudamericana del 2002 y la tan ansiada Libertadores del 2014.

Con todo esto sobre las espaldas, Romagnoli encaraba el 2015 con muchísimo entusiasmo. Pero este se fue diluyendo poco a poco. Primero llegaron las caídas en la Recopa Sudamericana ante River Plate y, luego, la rápida eliminación en la Copa Libertadores que el Cuervo defendía y que terminaría en manos del mismo Millonario.

Como si todo esto fuera poco, y a pesar del buen andar en el torneo local, llegó lo peor, aunque no es nada raro para él: las lesiones. Primero, una luxación de hombro que, si bien no lo dejó fuera de las canchas por mucho, sí lo molestó bastante y, luego, la grave lesión en la rodilla derecha que derivó en su quinta operación en esa zona. 

Corría el mes de agosto y el Pipi Romagnoli ya sabía que no volvería a tener acción en este 2015 ... o tal vez sí. El 1° de noviembre, el eterno ídolo regresó al Nuevo Gasómetro en la victoria de su equipo ante Temperley por 2-0 y fue ovacionado, como lo merece.

A modo de resumen estadístico, cabe mencionar que el 10 jugó 23 partidos en este año (siete por Libertadores) y marcó sólo un gol. Sí, sólo uno, pero que no podía ser más importante: lo anotó en el clásico de la fecha 5 frente a Huracán, en el triunfo 3-1 donde fue la figura absoluta. 

Liderazgo, una visión única, generosidad, buen pie y el 10 en la espalda. Leandro Romagnoli, el máximo ídolo blaugrana aún tiene hilo en el carretel y, por el bien del fútbol, ojalá pueda seguir vistiendo su camiseta mucho tiempo más. Sí, su camiseta. Porque ya no se la quita nadie.