En otro episodio en el que el Xeneize enfrenta a su pesadilla, el Ciclón, este domingo a las 16, el Bajo Flores revivirá un nuevo clásico. Con presentes muy diferentes, los de Arruabarrena quieren seguir con esta línea de juego, mientras que los de Bauza tienen que mejorar su imagen de cara al Mundial de Clubes de diciembre. 

Con los delanteros como claves del gol, el Burrito Martínez y Cauteruccio son las armas principales de ambos equipos.

Juan Manuel Martínez

El delantero boquense se encuentra en su mejor momento futbolístico desde que viste la azul y oro. Surgido de Vélez Sarsfield, pasó sus primeros años en el club, fue cedido por otro a Argentinos Junios y volvió al Fortín en 2006.  Pero nuevamente jugaría una temporada y sería transferido al Deportivo Cúcuta colombiano, luego al fútbol árabe para vestir la camiseta del Al-Shabab para después volver a caer en el equipo argentino que lo vio nacer. 

En su tercera vuelta a Liniers, vivió su mejor etapa como futbolista. Goleador, con 10 tantos, en el Apertura 2010 y campeón en el Clausura 2011, Martínez fue pieza clave de Vélez, con su juego rápido y lujoso que admiró a la parcialidad. Fue el Corinthians brasileño quien puso los ojos en el delantero y lo compró para coronarse en el Mundial de Clubes, pero el Burrito no tenía mucha continuidad y decidió volver a la Argentina.

En el 2013 llegó a Boca como un refuerzo de lujo. Desafortunadamente, Juan Manuel logró jugar con nivel fabuloso los primeros encuentros, pero después decayó. Nunca pudo hacer pie con la camiseta del club de la Ribera. Para esta temporada, tuvo un problema: la llegada de Chávez y Calleri en la ofensiva, sumado a Gigliotti, no le aseguraban la titularidad.

Y así fue. Martínez tuvo que esperar para ser parte del once inicial, aunque el Vasco suela cambiar los jugadores que van desde el comienzo. Pero fue en Mendoza, frente a Godoy Cruz, cuando se volvió a ganar al público xeneize. El Burrito entró desde el banco de suplentes y marcó un gol para la victoria por 3 a 2. Después, continuó con el gran ritmo frente a Capiatá en Paraguay y contra Defensa y Justicia en la Bombonera que, con dos tantos suyos, derrotaron a los de Florencio Varela.

Este domingo, Arruabarrena lo pondrá desde el arranque. Aunque disponga un equipo alternativo, más centrado al partido de vuelta de la Sudamericana frente a Cerro Porteño, el delantero volverá a tener una nueva chance para consolidarse como fundamental, con sus gambetas y juego por el piso que lo caracterizan.

Martín Cauteruccio

En una carrera futbolística similar a la de su rival pero del otro lado del Río de La Plata, el uruguayo se formó en Nacional y tuvo tres ciclos en el club de Montevideo, aunque nunca abandonó su país: en el medio jugó en Central Español y Racing, en ese órden.

"Caute" emigró a Buenos Aires en 2011. Vistió la camiseta de Quilmes, lugar donde más se destacó. Con un equipo armado para salvarse del descenso, Madelón no lo dio los minutos suficientes que, luego con la llegada del peculiar Caruso Lombardi, los tendría. El charrúa convirtió varios goles importantes que ilusionaban al Cervecero, pero el desafío era muy difícil: Quilmes descendió a la B Nacional y, pese a las ofertas, Cauteruccio siguió en el club como la pieza más importante para conseguir el ascenso a la siguiente temporada.

Una vez en Primera, ya resonaba el apodo de "Cautegol". Logró 14 goles en 35 partidos para seguir bajo el motín del jugador más importante para los del Sur. En 2013, San Lorenzo adquiere sus servicios y lo haría debutar frente Olimpo, para convertir dos goles y vencer 2-1.

El episodio más trágico de Caute fue en su octavo partido con los colores del Cuervo. Con cinco tantos en su planilla personal, se rompió los ligamentos y no pisaría el césped por más de seis meses. En mayo del corriente año volvió a las canchas para demostrar su juego. 

La ida de Ignacio Piatti al fútbol estadounidense fortaleció la imagen del uruguayo, hoy indiscutible titular vital del azulgrana. Que, aunque tenido una carrera similar a la del Burrito, es sumamente diferente con la pelota en sus pies. O en la cabeza, porque Martín prefiere el juego aéreo. Saltar, ser más rústico, aguantar la marca y todo lo que un centrodelantero clásico debe tener.