Y un día, Omar De Felippe se dio cuenta que debía poner a los pibes, a los que sienten la camiseta, y a Mariano Pavone como el estandarte. Esta noche, Vélez presentó a ocho titulares que salieron de la cantera del club, así como seis de los siete suplentes. Esta victoria ante Tigre sirve en muchos aspectos, pero el más importante, es que por primera vez en el campeonato, el equipo de Liniers salió del descenso en la tabla de promedios del próximo torneo.

Sin embargo, el partido no fue para nada fácil. Llegando al primer cuarto de hora, El Burrito Martínez debió ser sustituido por una molestia muscular. A partir de allí, los papeles se intercambiaron. Porque su reemplazante, Nicolás Delgadillo, entró muy punzante y Diego Zabala ocasionaba estragos por banda izquierda. 

Con el doblete, Pavone llega a nueve goles y es el claro goleador de Vélez, así como su jugador más valioso, al menos, en lo deportivo.

Cierto es, que para la media hora de juego, las chances no se concretaban, aunque el desborde por los laterales lastimaba cada vez más a Tigre. De hecho, llegando a los 34 minutos, Matías Vargas fue derribado en el costado derecho del área y Pedro Argañaraz marcó penal. Pavone fue el encargado de quebrar el fantasma de su pasado y el arco de un Javier García que poco pudo hacer ante tal fulminante disparo.

Pero, cuando parecía que la primera mitad terminaba en 1-0, Alexis Castro tocó la pelota suavemente por sobre la humanidad de un Alan Aguerre que se había adelantado unos pasos. El entretiempo cayó con gusto al trago más amargo debido al empate transitorio.

Aunque no fue la figura, es destacable el papel y la personalidad de Cáseres, que con 20 años, muestra un futuro brillante.

A pesar de esto, el conjunto de Liniers salió al segundo tiempo en una versión más ofensiva, entendiendo que la clave estaba en atacar a un Tigre que cedía terreno y temblaba dentro de su área. Santiago Cáseres se hizo dueño de la mitad de cancha, ordenando y controlando el ataque velezano.

De Felippe leyó todo esto, y a 20 minutos del final, decidió mandar al campo a Maximiliano Romero, un delantero, en lugar de Leandro Desábato, mediocampista de contención. Fabricio Alvarenga también ingresó instantes después por un extenuado Vargas y fue el encargado de ejecutar los tiros de esquina. Con todo el repertorio ofensivo, Vélez se instaló en tres cuartos de cancha en los últimos 15 del encuentro. 

Si bien Vélez fue perjudicado claramente en los últimos tiempos por los arbitrajes, esta noche recibió un penal a favor prácticamente inexistente, cortesía de Argañaraz.

Cuando al hincha velezano no le quedaba más uñas para morder y cuando ya ni quería mirar el reloj, Alvarenga centró un córner al punto penal que Fausto Grillo cabeceó incómodo y desviado. Todos los jugadores volvían a sus lugares, pero notaron que Argañaraz señalaba el punto penal, argumentando que el número dos, Erik Godoy, sujetó a un hombre de Vélez. La situación fue tan increíble, que ni el banco de suplentes local había protestado anterior al pitido del árbitro.

Poco le importó todo esto a Pavone que nuevamente le rompió el arco a García. Tres minutos después, el cotejo finalizó y mostró dos caras: el festejo de los velezanos, y el enojo y el fervor de los matadores que corrieron a increpar a una terna arbitral que debió ser encerrada en un círculo policial.

Vélez pasó a Patronato en la tabla de promedios del próximo torneo y salió del descenso.

Más allá del bochornoso final, la V azulada hizo méritos, que aunque eso no gane partidos, a veces sirve para alimentar las posibilidades. Tal vez no fue un juego vistoso, pero en el anochecer del Amalfitani, jugaron con el corazón y eso bastó para llevarse la victoria e iluminar, porqué no, un nuevo camino.

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