Está solo. A Lionel Messi lo acompañan 10 jugadores de primer nombre en el campo de juego, y lo dirige un técnico campeón de América, pero no es suficiente. En los papeles, la Selección Argentina tenía todo para superar a la débil Venezuela, pero, en el campo, en la mayoría del partido, se vio que el '10' del Barcelona era el único que hacía la diferencia. 

Fueron 30 minutos iniciales de furia del combinado albiceleste, donde un Ángel Di María descomunal hacía destrozos por la banda izquierda. La primera de riesgo, sin embargo, fue un pase de Javier Mascherano para Mauro Icardi, que, mano a mano con Wilker Faríñez, no pudo definir. A los cinco minutos, la segunda chance para Argentina: centro de Di María para que Icardi conecte, pero la pelota rebotó en un defensor y le cayó a Paulo Dybala, que remató al cuerpo del arquero, pero el jugador de la Juventus se encontraba en offside.

Tres minutos después, a los ocho, otra vez se le dio al delantero del Internazionale: gran jugada del Fideo por su banda, caño a John Murillo y centro bajo que el atacante no pudo convertir. 12 minutos y otra vez los de Jorge Sampaoli, con un pase exquisito de Lionel por sobre la defensa para que el centro de Di María pase pocos centímetros delante del pie de Icardi. A los 14, Messi volvía a comandar el ataque por izquierda, tirando un caño de ensueño sobre el rival y haciéndose el único conductor de su Selección, que tenía una ofensiva muy activa, pero que iba retrasándose cada vez más.

La última buena jugada de esa primera parte fue a los 21, cuando el centro del Ángel del París Saint Germain fue desviado por Icardi, rozado por el guante de Faríñez y por poco no conectado en el rebote por Dybala. Inmediatamente después, Di María sintió un fuerte dolor y debió retirarse, dejando su lugar a un Marcos Acuña que fue de menor a mayor. 

11 remates al arco sólo en el primer tiempo. De ellos, cuatro de Leo Messi, uno de ellos un tiro libre que desvió el arquero, figura del encuentro. Las estadísticas eran favorables, pero no así el partido, donde, como anticipó Sampaoli en conferencia de prensa previa al juego, "la intención es convertir un gol rápido", sabiendo que, luego, la velocidad venezolana y la desesperación iban a ser rivales extra. Y así fue. 

Aunque el primer tiempo terminó con todo, con un Messi encendidísimo exigiendo al máximo al portero, a los 49, llegó el golpe: una corrida de Murillo dejó en el camino a los tres defensores elegidos por el entrenado y superó la floja salida de Sergio Romero.

El tanto venezolano llegó justo para llenar de dudas a un equipo que, si bien se destacó por su solidez defensiva (segundo menos goleado 15-, detrás de Brasil -11-), también resalta su poca efectividad en ataque (segundo menos goleador -16- , sólo superando a Bolivia -14-). 

Para fortuna de los locales, la ventaja visitante duró poco: a los 53, buena jugada del Huevo Acuña, que lanzó un gran centro para Icardi, que fue nuevamente anticipado por la defensa. Sin embargo, ese desvío en Rolf Feltscher fue directo a su propio arco, decretando la igualdad parcial.

El resto de la segunda mitad fue todo imprecisión. La única: un excelente remate de Dybala desde afuera del área que rechazó el impasable Faríñez. Luego, la polémica, cuando el jugador Víctor García tocaba a Icardi en el área, aunque el árbitro no sancionó falta alguna. 

21 remates para Argentina (tan sólo seis a puerta, cuatro de ellos en el primer tiempo), siete para Venezuela. La posesión también benefició ampliamente a la Selección local, que tuvo el 75%. Sin embargo, la precisión y efectividad estuvieron del lado de la Vinotintoque desnudó las debilidades albicelestes. 

Ahora, a esperar un mes. La lesión de Di María apunta para demorarse este mismo período, y el tiempo para preparar un equipo que pueda arreglar los problemas de Sampaoli apremia. El 5 de octubre, el Monumental recibirá nuevamente a la Albiceleste para enfrentar a la hoy clasificada Selección de Perú. Luego, el 10, visita a Ecuador en la altura de Quito. Son las dos últimas paradas antes del Mundial de Rusia 2018. La clasificación pende de un hilo, y Messi necesita más que nunca de un equipo que lo acompañe