Para concluir su participación en la fase de grupos de la edición 2016 de la Copa Libertadores, Rosario Central tenía que viajar a Uruguay para enfrentar a Nacional de Montevideo en el Estadio Centenario. Aquel equipo ostentaba, en ese entonces, la primera colocación del grupo 2.

Un empate entre el tricolor y los canallas hubiera enviado a ambos equipos a la siguiente fase. Incluso en el aire se percibía una atmósfera de igualdad, de pacto de no agresión. Sin embargo, tanto el entrenador del conjunto rosarino, Eduardo Coudet, como sus dirigidos, pusieron de manifiesto su voluntad de obtener una victoria, ganar su grupo y así clasificar como primeros de la zona.

Los antecedentes indican que no fue la noche más lucida de los del Chacho pero quién sí se lució fue Franco Cervi. El volante ofensivo dio las dos asistencias que posibilitaron el triunfo canalla: a Donatti, con un centro preciso, y a Herrera, con un pase desde la derecha hacia el centro para que el chaqueño eluda a un marcador y defina ante la salida del arquero rival.

Cervi fue desequilibrante. Encaró y gambeteó rivales, puso su calidad al servicio de sus compañeros, fue constante objeto de faltas por parte de los jugadores de Nacional, desbordó por las bandas, se asoció con los demás volantes y delanteros de su equipo. Demostró con creces que puede llevar más que dignamente el tan emblemático dorsal que viste en su espalda.

Podemos afirmar que el volante ofensivo no sólo recuperó el nivel que había mostrado en su aparición en la primera división, sino que también lo superó y estamos disfrutando de su mejor versión. La mala noticia para los hinchas de Central (y para los hinchas del fútbol que disfrutan de ver a jugadores tan habilidosos como el diez canalla) es que sólo le quedan un puñado de encuentros para ver la magia de Cervi con la camiseta auriazul, antes que parta a Portugal para defender los colores del Benfica.