Habían pasado las diez de la noche y Rodrigo Espíndola (26 años, Nueva Chicago) regresaba a su casa, en Mitre al 159, Monte Grande, partido de Esteban Echeverría, junto a su mujer y a su hijo de tan sólo seis meses. Ella descendió del Clío para abrir el portón y esperarlo con su bebé desde la vereda. Después de que Espíndola ingresó el vehículo, escuchó a su pareja apurarse para entrar al paller y apuró su salida a la calle, cuando vio como dos delincuentes iban directo la entrada del domicilio. Instintivamente, Rodrigo interceptó a los delincuentes, que sin mediar diálogo ni forcejeo, los malvivientes le dispararon a quemarropa en el tórax y salieron corriendo hacía la esquina, donde los esperaba el auto de escape.

En la madrugada de hoy, Espíndola falleció tras los intentos de reanimación que le practicaron en el Hospital Santamarina, a 20 cuadras de su domicilio. La noticia fue primeramente informada por los dirigentes de Chicago, y rápidamente las redes sociales se hicieron eco y sumaron sus condolencias.

Clubes de toda la argentina, ex compañeros y hasta la Asociación del Fútbol Argentino, mediante un comunicado en su página web, enviaron su pésame para la familia y para con todo el club de Mataderos. Claro está, el Torito suspendió su partido de la próxima fecha de la B Nacional, ante Central Córdoba.

El “Rulo”, como le decían sus compañeros y amigos, tenía 26 años, jugaba de segundo central o lateral por la izquierda, y peleaba la titularidad desde hace varias fechas luego del cambio en el cuerpo técnico de su equipo. Comenzó en Chacarita, tuvo un breve paso por Racing (jugó en la Reserva) y llegó a Chicago de la mano de Omar Labruna. Un adiós inesperado, y un sólo pedido en su memoria: que se haga justicia.